Revoloteando allí afuera
plantado allí en la vereda,
siento que no estoy adentro
—aquí, detrás de mis ojos,
adentro de mi cabeza—
sino que yo estoy flotando
en derredor de las hojas,
en derredor de las ramas,
revoloteando allí afuera.
—digo, lo miro de veras—,
mi mente, toda, es el fresno
—mi mente, toda, las hojas,
mi mente, toda, las ramas,
mi mente, toda, ese tronco
plantado allí en la vereda.
—a mirar de esta manera—,
el afuera es el adentro
o, por decirlo mejor:
¡no hay afuera y no hay adentro,
no hay adentro y no hay afuera!
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