Árbol maldecidor, el Jacarandácagar es una variedad
del jacarandá que, muy específicamente:
te manda a cagar.
Una canción infantil anónima le rinde homenaje a este
simpático arbolito (¿quién no recuerda los versos
“Al Este y al Oeste, andá a cagar...”?), y nosotros
le rendimos homenaje a esta palabra injustamente
postergada, y a su creador: Dickie Keller.
miércoles, 20 de enero de 2010
viernes, 1 de enero de 2010
La Reality: Un Show
Sin recurrir a las manipulaciones de los Reality Shows,
la realidad se encarga -a cada rato- de mostrarnos
que ella misma es un show.
Hoy: Un cartel del Botánico...
Además de estar lleno de plantas (añosas, maravillosas)
y de gatos, el Jardín Botánico de la ciudad de Buenos Aires
está lleno de carteles.
Algunos, chiquitos, indican los nombres de las plantas
(en ese latín que tenemos un poco olvidado); otros, más grandes,
el nombre del sector (o jardín) en el que uno se encuentra
(y, realmente, en esos sectores o jardines: “uno se encuentra”).
Nos llamó la atención uno muy antiguo
(como casi todo lo que hay en Botánico),
de hierro labrado pintado de verde oscuro
(como aquellos que indicaban los nombres de las plazas)
al que le faltaba el fondo (esa placa blanca, enlozada,
que llevaba escrito aquello que el cartel indicaba).
En su lugar, en el agujero que quedaba en forma de ventanita,
se podían ver -no en letra mayúscula, no en latín,
sí con una elocuencia maravillosa-:
las ramas y las hojas de una planta.
Ah... si ésta no es La Reality, La Reality ¿dónde está?,
pensamos nosotros...
la realidad se encarga -a cada rato- de mostrarnos
que ella misma es un show.
Hoy: Un cartel del Botánico...
Además de estar lleno de plantas (añosas, maravillosas)
y de gatos, el Jardín Botánico de la ciudad de Buenos Aires
está lleno de carteles.
Algunos, chiquitos, indican los nombres de las plantas
(en ese latín que tenemos un poco olvidado); otros, más grandes,
el nombre del sector (o jardín) en el que uno se encuentra
(y, realmente, en esos sectores o jardines: “uno se encuentra”).
Nos llamó la atención uno muy antiguo
(como casi todo lo que hay en Botánico),
de hierro labrado pintado de verde oscuro
(como aquellos que indicaban los nombres de las plazas)
al que le faltaba el fondo (esa placa blanca, enlozada,
que llevaba escrito aquello que el cartel indicaba).
En su lugar, en el agujero que quedaba en forma de ventanita,
se podían ver -no en letra mayúscula, no en latín,
sí con una elocuencia maravillosa-:
las ramas y las hojas de una planta.
Ah... si ésta no es La Reality, La Reality ¿dónde está?,
pensamos nosotros...
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