miércoles, 28 de febrero de 2024

Toda la vida lo supe

 
Toda la vida lo supe 
 
Toda la vida lo supe
—lo supe toda la vida—,
desde el día en que nací,
digo, en mi viaje de ida.
 
Yo ya venía sabiendo
lo que después olvidé
—me llevó toda una vida
el aprenderlo de nuevo,
el volverlo a aprender.
 
Desaprender la cultura,
desandar la "educación"
que nos distrae de aquello
que veníamos sabiendo
—desde adentro, desde el fondo,
digo, ¡ah, por intuición!
 
Toda la vida lo supe
—aunque, casi, lo olvidé—,
y aquí ando, a los 70,
reaprendiendo lo olvidado,
¡volviéndolo a aprender! 
 
El viejo Now


 
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Bonus 
 
No estoy en contra de la cultura o de la educación, solo digo: "lástima que nos hacen olvidar lo esencial".
 
Nos "educan" para todo,
menos para "la vida". 
 
DW
 

lunes, 26 de febrero de 2024

Hay un cielo allá en el Norte - Canción


Hay un cielo allá en el Norte
 
Letra y música: Douglas Wright 
 
Hay un cielo allá en el Norte,
camino de la Quebrada,
el que no ha visto ese cielo,
entonces, no ha visto nada…
 
el que no ha visto ese cielo,
entonces, no ha visto nada. 
 
Hay un sol y hay una tierra
que le llaman “arenosa”,
jamás había pisado
una tierra más hermosa…
 
jamás había pisado
una tierra más hermosa. 
 
Cielo arriba, Norte adentro,
entre el cerro y la quebrada,
por un pueblito escondido
la vida pasa callada…
 
por un pueblito escondido
la vida pasa callada. 
 
Una capilla de adobe
anda perdida en la sierra
con su techo de cardón
y su vereda de piedra…
 
con su techo de cardón
y su vereda de piedra. 
 
No hay cielo como ese cielo
y no hay tan linda quebrada,
no hay cerro como esos cerros
ni vida así de callada…
 
no hay cerro como esos cerros
ni vida así de callada. 
 
Cielo arriba, Norte adentro
la tarde alarga su sombra,
la vida pasa callada,
solo el silencio la nombra…
 
la vida pasa callada
solo el silencio la nombra.



Hay un cielo allá en el Norte - Intro


Me interesé por el folclore a mis 20 años, más o menos, viniendo yo de los Beatles y del jazz.
 
En casa sonaban Al Jolson, Doris Day, Nat King Cole...
 
A la música de los Beatles (y de toda aquella camada de los años '60) la tocaba y la cantaba en los bailes de la zona sur (Banfield, Lomas, Temperley, Adrogué) con las banditas de garaje que integraba entonces.
 
Leguizamón y Castilla, Tejada Gómez, Falú y Dávalos me ganaron el corazón en aquella época (comienzos de los años '70).
 
Y no solo su música y su poesía, sino también el paisaje, el paisaje del Norte (Salta y Jujuy, en particular, y la Quebrada de Humahuaca, en especial).
 
Nos pasó a muchos, creo, en esa época, enamorarnos de los Carnavales del valle de Lerma, del Tren a las Nubes, de los pueblitos de la Quebrada...
 
Entonces aprendí a tocar y a cantar aquellas canciones, aquellas zambas.
 
A partir de mis 50 años, empecé a escribir mis propias canciones.
 
Al comienzo, canciones para chicos (basadas en las poesías que publicaba en las revistas infantiles en las que colaboraba como ilustrador), y luego, canciones de todo tipo (que expresaban las cuestiones que me interesaban y me concernían).
 
Así empezaron a aparecer algunas que tenían un "airecito" folclórico.
 
Pero yo no vivía en Salta o en Jujuy, así que mis "zambitas" trataban de otros asuntos, de otros paisajes.
 
Y así surgieron "Zambita de la ciudad", "Callecitas de mi barrio", "Cúpulas de Buenos Aires", entre otras.
 
En ésta, "Hay un cielo allá en el Norte", hablo de aquellas regiones, pero como lo que fui, un visitante enamorado.

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Hay un cielo allá en el Norte

Letra y música: Douglas Wright 
 
Hay un cielo allá en el Norte,
camino de la Quebrada,
el que no ha visto ese cielo,
entonces, no ha visto nada…
 
el que no ha visto ese cielo,
entonces, no ha visto nada. 
 
Hay un sol y hay una tierra
que le llaman “arenosa”,
jamás había pisado
una tierra más hermosa…
 
jamás había pisado
una tierra más hermosa. 
 
Cielo arriba, Norte adentro,
entre el cerro y la quebrada,
por un pueblito escondido
la vida pasa callada…
 
por un pueblito escondido
la vida pasa callada. 
 
Una capilla de adobe
anda perdida en la sierra
con su techo de cardón
y su vereda de piedra…
 
con su techo de cardón
y su vereda de piedra. 
 
No hay cielo como ese cielo
y no hay tan linda quebrada,
no hay cerro como esos cerros
ni vida así de callada…
 
no hay cerro como esos cerros
ni vida así de callada. 
 
Cielo arriba, Norte adentro
la tarde alarga su sombra,
la vida pasa callada,
solo el silencio la nombra…
 
la vida pasa callada
solo el silencio la nombra.

 


jueves, 22 de febrero de 2024

Zambita de la ciudad - canción


Zambita de la ciudad
 
Letra y música: Douglas Wright 
 
Zambita de la ciudad,
la que le canta a mis penas,
ahuyenta las penas malas
y me acaricia las buenas.
 
Zambita de la ciudad,
la que canta mi alegría,
en el balcón de mi alma
suena de noche y de día. 
 
Zambita de la ciudad,
mi zambita ciudadana,
no le canta a la montaña,
ni a la quebrada, ni al valle,
sino al cielo de mi calle,
sino al sol de la mañana. 
 
Zambita de la ciudad,
zambita humilde, modesta,
cada vez que yo la canto
me pone el alma de fiesta.
 
Zambita de la ciudad,
de mi cortada Amambay,
zambita de lo que tengo,
zambita de lo que hay. 
 
Zambita de la ciudad,
que suena donde me halle,
no le canta a la montaña,
ni al valle, ni a la quebrada,
sino al sol de la mañana,
sino al cielo de mi calle. 

 

Zambita de la ciudad - Intro


Como dije antes, alguna vez, no soy un músico (salvo que llevo la música en el alma, en los oídos y, a veces, en la guitarra y la voz).
 
Jamás toco en público (no, al menos, desde que integraba unas banditas de garage a fines de los años '60 y comienzos de los '70), a lo sumo, frente a otra persona —un amigo o una amiga—, "one-on-one", como dicen en inglés cuando una entrevista es personal, íntima.
 
Entonces, no toco y canto salvo cuando (de vez en cuando) se me da por hacerlo.
 
A veces pasan meses sin que esto ocurra.
 
Lo bueno es que, cuando ocurre, es (casi) como la primera vez.
 
Una fiesta, una alegría, un reencuentro (un renacer, a veces, pienso).
 
La música renace en mí.
Yo renazco en la música.
 
(“Todo es vibración”, dicen, así que algo de eso debe haber...)
 
Entonces, cada vez que quiero grabar una canción (como las que andan en mis blogs y en mi canal de YouTube), la tengo que aprender de nuevo.
 
Y esto no solo ocurre con las canciones de otros (las de los Beatles, por ejemplo) sino con las mías propias (especialmente con las mías, diría).
 
Es lo que está ocurriendo con estos videítos caseros (grabados con el celular).
 
Busco la canción en cuestión (esa que empieza a sonar en mi "cabecita" y en mis oídos), que guardo en carpetas-biblioratos. 
(A veces tardo un rato en encontrar la que busco, tantas hay ya).
 
Repaso la letra y, sobre todo, reaprendo los acordes de guitarra.
 
Muchas veces vuelven solas, fácilmente, fluídamente (como cuando uno aprende, de chico, a andar en bicicleta, como dicen).
 
Y siempre, el reencuentro es una fiesta.
 
Una que ahora puedo compartir de esta manera, "one-on-one", con cuantos quieran.
 
¡Bienvenidos!



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Zambita de la ciudad
 
Letra y música: Douglas Wright 
 
Zambita de la ciudad,
la que le canta a mis penas,
ahuyenta las penas malas
y me acaricia las buenas.
 
Zambita de la ciudad,
la que canta mi alegría,
en el balcón de mi alma
suena de noche y de día. 
 
Zambita de la ciudad,
mi zambita ciudadana,
no le canta a la montaña,
ni a la quebrada, ni al valle,
sino al cielo de mi calle,
sino al sol de la mañana. 
 
Zambita de la ciudad,
zambita humilde, modesta,
cada vez que yo la canto
me pone el alma de fiesta.
 
Zambita de la ciudad,
de mi cortada Amambay,
zambita de lo que tengo,
zambita de lo que hay. 
 
Zambita de la ciudad,
que suena donde me halle,
no le canta a la montaña,
ni al valle, ni a la quebrada,
sino al sol de la mañana,
sino al cielo de mi calle.
 
 

martes, 20 de febrero de 2024

En mis sueños

 
En mis sueños 
 
¡Ah, el tiempo, en mis sueños,
es un tiempo no-lineal!,
y el espacio que transito
es no-tridimensional.
 
En mis sueños, las historias
transcurren como a los saltos,
y los "antes" y "después",
a veces, van de la mano.
 
¡Ah, el tiempo, en mis sueños,
es un tiempo diferente!:
un tiempo sin calendarios
—digo, sin días ni horas—,
un tiempo sin convenciones
—sociales o culturales—,
convenciones de la gente.
 
Todo parece confuso
hasta que uno se acostumbra
a ver como de otro modo,
a ver como en la penumbra.
 
¡Ah, el tiempo, en mis sueños,
es como un tiempo sin tiempo
que a veces anda veloz,
como un rayo fulminante,
que a veces anda despacio,
despacito, lento, lento! 
 
El viejo Now



jueves, 15 de febrero de 2024

Callecitas de mi barrio - Poesía


No soy un músico, claro está, sino, tal vez, un dibujante que siempre tiene una guitarra al lado del tablero (un tipo que escribe poesías a las que, de vez en cuando, les pone una musiquita —al alcance de sus recursos y de su oído).
 
Lo que me gusta de ellas (de mis canciones, digo) es que a diferencia de las grandes canciones que me gusta escuchar y, a veces, cantar (de los Beatles, de Sinatra, del folclore...), que le pasan cerca a las cuestiones y los asuntos que me conciernen, las mías, lejos de ser grandes canciones, le dan en el medio, en el centro, a esos asuntos, a las cosas que me interesan, a las cosas que me conciernen y que conforman mi existencia.
 
Son pequeñitas, humildes, modestas, como los recursos musicales a mi alcance, y como las cuestiones que me conciernen también.
 
Aquí va ésta (una más de esas): "Callecitas de mi barrio".
 
 
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Callecitas de mi barrio 
 
Letra y música: Douglas Wright
 
 
Callecitas de mi barrio,
desparejas, empedradas,
con sus terrazas al sol
llenas de ropa colgada.
 
Callecitas de mi barrio,
con los árboles al fondo,
con sus rejas, sus persianas,
sus balcones y sus toldos.
 
Callecitas de mi barrio,
mi recuerdo anda en un barco
por ese río que corre
al borde del empedrado.
 
Callecitas de mi barrio,
con veredas de baldosas,
con zaguanes y jardines
con un malvón y una rosa.
 
Callecitas de mi barrio,
con sus frentes decorados
con una flor de cemento
o un angelito de mármol.
 
Callecitas de mi barrio,
mi recuerdo anda en un barco
por ese río que corre
al borde del empedrado. 
 
 

Callecitas de mi barrio


No soy un músico, claro está, sino, tal vez, un dibujante que siempre tiene una guitarra al lado del tablero (un tipo que escribe poesías a las que, de vez en cuando, les pone una musiquita —al alcance de sus recursos y de su oído).
 
Lo que me gusta de ellas (de mis canciones, digo) es que a diferencia de las grandes canciones que me gusta escuchar y, a veces, cantar (de los Beatles, de Sinatra, del folclore...), que le pasan cerca a las cuestiones y los asuntos que me conciernen, las mías, lejos de ser grandes canciones, le dan en el medio, en el centro, a esos asuntos, a las cosas que me interesan, a las cosas que me conciernen y que conforman mi existencia.
 
Son pequeñitas, humildes, modestas, como los recursos musicales a mi alcance, y como las cuestiones que me conciernen también.
 
Aquí va ésta (una más de esas): "Callecitas de mi barrio".
 
 
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Callecitas de mi barrio 
 
Letra y música: Douglas Wright
 
 
Callecitas de mi barrio,
desparejas, empedradas,
con sus terrazas al sol
llenas de ropa colgada.
 
Callecitas de mi barrio,
con los árboles al fondo,
con sus rejas, sus persianas,
sus balcones y sus toldos.
 
Callecitas de mi barrio,
mi recuerdo anda en un barco
por ese río que corre
al borde del empedrado.
 
Callecitas de mi barrio,
con veredas de baldosas,
con zaguanes y jardines
con un malvón y una rosa.
 
Callecitas de mi barrio,
con sus frentes decorados
con una flor de cemento
o un angelito de mármol.
 
Callecitas de mi barrio,
mi recuerdo anda en un barco
por ese río que corre
al borde del empedrado. 
 
 

martes, 13 de febrero de 2024

Atrás de mi casa



Atrás de mi casa

 
Atrás de mi casa 
 
Atrás de mi casa crecen
los cerros de la Quebrada
—cada vez que yo lo quiero,
cuando se me da la gana.
 
Atrás de mi casa surge
el mar del sur argentino
—por allí anda mi mente,
por allí está mi destino.
 
Alrededor de mi casa
surge una selva salvaje
—llena de verdes vitales:
¡exuberante paisaje!
 
Por encima de mi casa,
las estrellas de la noche
dibujan cruces, puñales,
collares de plata, broches.
 
Mi casita está en el centro
de todo lo que yo quiera:
a veces, en alta mar,
como si fuera un barquito,
en una playa dorada
salpicada de palmeras,
en las quebradas del Norte
con sus cardones y tunas,
en las dunas de las playas,
allá, en los mares del sur,
en las montañas de plata
¡ah, de la gran Cordillera!
 
Atrás de mi casa crecen
paisajes como de ensueño
—en los días de mis días,
¡en las noches de mis sueños! 
 
El viejo Now


 
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Bonus 
 
Desde que me mudé a esta casa, que es un duplexito de dos ambientes que tiene dos balcones que dan a una cortada de casas bajas y árboles altos (y que encontré casi por casualidad —¿porque me estaba esperando?, ¿porque tenía que ser?); digo, desde que me mudé a esta casa, he fantaseado con su entorno (le he "diseñado", por decirlo de algún modo, un entorno imaginario).
 
Hacia el Este, "veía" una selva (parecida a esas por las que andaba el Corto Maltés en sus aventuras...).
 
Hacia el Sur, un pueblito en medio de un valle (¿como aquella Los Ángeles de la época del cine mudo, tal vez?...).
 
Hacia el Norte, el mar, el mar de las playas del sur argentino (los mediodías de sol, me parecía ver las olitas brillando sobre los tejados...).
 
Hacia el Oeste, oculta tras el tejado de mi propia casa, la Gran Cordillera (digo, aquella que vi en algún viaje a Mendoza, Salta o Jujuy...).
 
Y de noche, allá arriba, el cielo nocturno de van Gogh, de Thoreau, el mismo (casi) que miraban los caldeos, los egipcios, los andinos...
 
Pocos recursos materiales, suplidos por recursos mentales, ha sido, tal vez, una de las características de mi vida, de mi existencia.
 
Le he escrito muchas poesías y canciones a mi duplexito en Amambay, y le he dedicado muchos dibujos también (en agradecimiento, tal vez, a este "lugarcito en el mundo" que encontré "casi por casualidad", "porque me estaba esperando").
 
Ésta es una más (como tantas, en estos tiempos) firmada por el viejo Now: "Atrás de mi casa". 
 
DW
 
 

domingo, 11 de febrero de 2024

sábado, 10 de febrero de 2024

¡Ah, los árboles disfrutan!

 
¡Ah, los árboles disfrutan! 
 
¡Ah, los árboles disfrutan
la brisa de la mañana!
—la brisa, con sus cosquillas,
alegra sus ramas altas.
 
¡Ah, los árboles se ríen
agitando sus hojitas!
—la mañana los saluda
con bocanadas de brisa.
 
En esta mañana clara,
los árboles y la brisa
son como una misma cosa
—¿qué sé yo?, como una fiesta
serena, calma, sin prisa. 
 
El viejo Now



 
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Bonus
 
Hace mucho, ya, los libros que leo (que exploro, que me nutren, en los que me aventuro) son aquellos que he bajado de la web, y que imprimo en papel y guardo en carpetas (que son en realidad biblioratos).
 
Esto me deja mucho margen alrededor del texto impreso, que utilizo para hacer anotaciones y, eventualmente, bosquejar algunas de mis poesías (inspiradas en algún párrafo o alguna frase en particular).
 
A veces, un dibujito acompaña la poesía en cuestión, como en este caso.
 
Algunos libros son particularmente inspiradores (suscitativos), como éste en cuestión: "Zen in English Literature and Oriental Classics", de R.H. Blyth (uno de esos que me costó conseguir, pero que al fin llegó). (Zen en la literatura inglesa y los clásicos orientales.) 
 
DW



El pájaro dibujado

 
El pájaro dibujado 
 
El pájaro dibujado
tomó como vida propia
y se voló de la página
—él se voló de la hoja.
 
El pájaro dibujado
—ese que yo dibujaba—,
de golpe, salió volando
y la hoja quedó en blanco,
digo, ya no quedó nada.
 
A veces, pienso que yo,
igual que ese pajarito,
saldré volando de aquí
—de mi hoja de papel—
con rumbo hacia no sé dónde
—tal vez, hacia el infinito. 
 
Douglas Wright



jueves, 8 de febrero de 2024

La realidad cotidiana



Si yo fuera un pajarito

 
Si yo fuera un pajarito 
 
Si yo fuera un pajarito
diría "gracias" al aire,
si yo fuera un pececito,
"gracias" al agua, también.
 
Como soy un ser humano
le digo "gracias" al día
—que es mi aire, que es mi agua,
mi cotidiano sostén.
 
Pajarito agradecido,
pececito agradecido,
¡ser humano agradecido!;
así ando por el día,
así ando por la vida:
¡dele y dele agradecer! 
 
El viejo Now

 

La realidad cotidiana

 
La realidad cotidiana 
 
La realidad cotidiana,
yo digo, ¡es maravillosa!
—no hay realidad más real,
no hay realidad más hermosa.
 
Digo hoy, el día de hoy,
digo ahora, digo aquí
—digo andar eternamente
en un vivir por vivir.
 
Yo digo, ¡es maravillosa
la realidad cotidiana!
—digo aquí, el día de hoy,
sentadito en mi balcón
bajo el sol de la mañana.
 
¡La realidad cotidiana!
—esa de todos los días—:
ese regalo continuo,
ese regalo constante, 
ese, que nos da la vida. 
 
El viejo Now



lunes, 5 de febrero de 2024

Louise Brooks

 

Louise Brooks 
 
Cada tanto, se me cruza algún personaje (un actor, un escritor, un pintor, un músico...) y sigo, por un rato, las pistas de su vida y de su obra.
 
A veces me reencuentro con alguno, y me enriquezco con información que hace unos años no estaba disponible (al alcance de mi curiosidad y de mi interés, digamos).
 
Van Gogh, Thoreau, Whitman...
 
Esta vez: Louise Brooks.
 
Ya me había topado con ella en mi época de "historietista".
 
Ella (aunque yo no lo sabía) había inspirado la "Valentina" de Guido Crepax (su "look", al menos).
 
Me la volví a cruzar en "Fábula en Venecia", de Hugo Pratt (esta vez con nombre y apellido, aunque yo no sabía de quién se trataba).
 
Ahora se me apareció otra vez (ya no recuerdo cómo o por qué) y me metí más en su vida y en su filmografía.
 
Y, como suele ocurrir, aparecen retratitos a birome o marcador suelto (una manera de tratar de "captar" más al personaje, tal vez).
 
Como digo, “si la birome o el marcador quieren, yo les sigo la corriente”.
 
Louise Brooks fue una actriz del cine mudo del Hollywood de los años 1920 (aunque sus películas más notables fueron filmadas en Alemania y en Francia), y ella tenía unos 22 o 23 años entonces.
 
A Louise Brooks, a Guido Crepax, a Hugo Pratt: ¡Salute! 
 
Douglas Wright



domingo, 4 de febrero de 2024

Lo que mi birome quiere

 
Lo que mi birome quiere 
 
Lo que mi birome quiere,
yo le sigo la corriente
—dibujando a las personas,
retratándola a la gente.
 
Lo que ve, ella lo quiere
retratar en el momento
—solo rayas y más rayas,
digo, puro movimiento.
 
Lo que mi birome quiere
—digo, mi BIC tinta negra—,
si yo le presto mi mano
para que raye el papel
y retrate lo que quiera,
yo siento que ella se ríe
—como que canta y que baila—,
yo siento que ella se alegra.
 
Lo que ella quiere, yo quiero
—eso es lo que me parece—,
y a pesar del Photoshop,
los pinceles y las Rötring
—los marcadores, las fibras,
los lápices de colores—,
nuestra amistad sigue firme,
nuestra amistad crece y crece. 
 
Douglas Wright


 
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Bonus 
 
Desde hace muchos (muchos, muchos, muchos) años, siempre tengo una birome a mano (en el bolsillo del pantalón, en el bolsillo del saco, en el portafolios, en la funda de la raqueta de tenis, al lado de la cama...), una BIC negra de punta gruesa.
 
Como dibujante, he experimentado con mil cosas (bueno, con muchas, al menos) buscando distintos tipos de trazo (he llegado a lijarle la pluma a una lapicera Parker, por ejemplo), distintas texturas, distinta fluidez de la línea y cosas así.
 
Pero la birome, esa que uso para escribir, me ha resultado fantástica para los dibujos rápidos, espontáneos (esas "capturas de pantalla de la vida", digamos).
 
¡Y están siempre disponibles en los kioscos y en las librerías del barrio!
 
¡ALELUYA! 
 
DW



viernes, 2 de febrero de 2024

Yo soy un tipo especial



Yo soy un tipo especial


Yo soy un tipo especial 
 
Yo soy un tipo especial,
digo, soy medio tarado
—más tarado que mi padre,
que mi madre, que mi hermano.
 
Yo soy un tipo especial,
digo, soy un poco gil
—midiendo del uno al diez,
yo diría, como mil.
 
Yo soy un tipo especial,
digo, soy un poco bobo
—si leo "Caperucita",
simpatizo con el lobo.
 
Yo soy un tipo especial,
especial en lo mental
—mi mente es "mente sin mente",
una mente diferente,
una mente demencial.
 
Soy un gil, soy un tarado,
yo soy un tipo especial;
tal vez, algún día me halle
en un mundo donde todos
—igual que yo, diferentes—
me saluden con la mano
y, con un gesto sonriente,
me digan "¡hola, qué tal!". 
 
El viejo Now




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Bonus
 
Cuando yo era chico, y en mi juventud, algunas de las palabras que uso aquí no se utilizaban, en el habla cotidiana, en su sentido estricto (el de padecer defectos físicos o psíquicos, por ejemplo —como en el caso de "tarado" o "tara") sino, más bien, como sinónimos de "inocente", "cándido" o "ingenuo".
 
"¡Sos un tarado!" o "¡no seas tarado!" eran frecuentes entre los amigos, en el colegio, en el club.
 
Y eran sinónimos de "un poco lento" o "falto de viveza", tal vez. "Falto de picardía" (esa "viveza" de la calle), quizá.
 
Otras, como "demente" o "demencial", se utilizaban como sinónimos de "absurdo" o "disparatado".
 
En el caso de "mente sin mente": ésta es una adquisición de mi madurez, de mi edad madura (no solo adulta).
 
La "mente sin mente" (mushin) es considerada el núcleo del zen y de las artes marciales japonesas (según una de las definiciones que circulan por ahí), y es un estado mental en el que la mente no está fijada ni ocupada por ningún pensamiento o emoción y, por tanto, está conectada con el Cosmos.
 
"Gil" (¡qué palabra tan bonita!) viene del lenguaje de los gitanos españoles y andaba en las letras de los tangos lunfardos que me gustaba escuchar.
 
Si hacías tal o cual cosa, corrías el riesgo "de que te bauticen gil", cantaba Edmundo Rivero.
 
En fin, con todos estos términos se identifica el viejo Now (que es quien firma esta poesía).
 
Y el viejo Now es ese aspecto de mí (un poco tarado, un poco tonto, un poco gil) un poco "especial", diría, con el que, a veces, me identifico. 
 
Douglas Wright
 

jueves, 1 de febrero de 2024

Los sabores de la vida



Los sabores de la vida

 
Me gusta el sabor de algunas bebidas (el vino, por ejemplo), y me encantan los perfumes del azahar y del jazmín de mis balcones... 
 
Pero, a veces, bebiendo un vaso de agua fresca, me encuentro diciéndome a mí mismo, en voz alta: "¡ah, qué rica!".
 
Y, a veces, acostado en mi colchón, dejando que mis pulmones se llenen todo lo que quieran, siento que el aire es riquísimo también.
 
Como están ahí, a nuestro alcance todo el tiempo —todavía—, me parece que los valoramos poco.
 
A ellos: ¡salud!
 
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Algo más…
 
Cuando yo era chico, había unos personajes que hablaban en “capicúa” (venían de una época anterior, todavía —de aquellos “taitas” de tango, tal vez).
 
A veces, algunos versitos se me aparecen así, en “capicúa” (“el agua es rica —el agua—“) porque sí nomás, porque se les da la gana (y yo les sigo la corriente).
 
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Los sabores de la vida 
 
El agua es rica —el agua—,
el aire es rico, también
—el agua, con su sabor,
me salpica, me salpica.
 
El aire es rico —el aire—,
rico como el agua rica
—¡ah, el aire, con su aroma,
aromatiza mi vida!
 
Nada de "insulsa, insabora,
inodora e incolora":
¡una mentira total!;
el agua tiene sabores
—sabores ricos que pican.
 
Nada de "insulso", ¡mentira!
—digo, el aire no es así—,
tiene perfumes de vida:
los aromas de la vida,
los aromas del vivir. 
 
Douglas Wright