Como dije antes, alguna vez, no soy un músico (salvo que
llevo la música en el alma, en los oídos y, a veces, en la guitarra y la voz).
Jamás toco en público (no, al menos, desde que integraba
unas banditas de garage a fines de los años '60 y comienzos de los '70), a lo
sumo, frente a otra persona —un amigo o una amiga—, "one-on-one",
como dicen en inglés cuando una entrevista es personal, íntima. Entonces, no toco y canto salvo cuando (de vez en cuando)
se me da por hacerlo. A veces pasan meses sin que esto ocurra. Lo bueno es que, cuando ocurre, es (casi) como la primera
vez. Una fiesta, una alegría, un reencuentro (un renacer, a
veces, pienso). La música renace en mí. Yo renazco en la música. (“Todo es vibración”, dicen, así que algo de eso debe
haber...) Entonces, cada vez que quiero grabar una canción (como
las que andan en mis blogs y en mi canal de YouTube), la tengo que aprender de
nuevo. Y esto no solo ocurre con las canciones de otros (las de
los Beatles, por ejemplo) sino con las mías propias (especialmente con las
mías, diría). Es lo que está ocurriendo con estos videítos caseros (grabados
con el celular). Busco la canción en cuestión (esa que empieza a sonar en
mi "cabecita" y en mis oídos), que guardo en
carpetas-biblioratos. (A veces tardo un rato en encontrar la que busco, tantas
hay ya). Repaso la letra y, sobre todo, reaprendo los acordes de
guitarra. Muchas veces vuelven solas, fácilmente, fluídamente (como
cuando uno aprende, de chico, a andar en bicicleta, como dicen). Y siempre, el reencuentro es una fiesta. Una que ahora puedo compartir de esta manera,
"one-on-one", con cuantos quieran. ¡Bienvenidos!
---- Zambita de la
ciudad Letra y música: Douglas Wright Zambita de la ciudad, la que le canta a mis penas, ahuyenta las penas malas y me acaricia las buenas. Zambita de la ciudad, la que canta mi alegría, en el balcón de mi alma suena de noche y de día. Zambita de la
ciudad, mi zambita
ciudadana, no le canta a la
montaña, ni a la quebrada,
ni al valle, sino al cielo de mi
calle, sino al sol de la
mañana. Zambita de la ciudad, zambita humilde, modesta, cada vez que yo la canto me pone el alma de fiesta. Zambita de la ciudad, de mi cortada Amambay, zambita de lo que tengo, zambita de lo que hay. Zambita de la
ciudad, que suena donde me
halle, no le canta a la
montaña, ni al valle, ni a
la quebrada, sino al sol de la
mañana, sino al cielo de mi
calle.
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