lunes, 14 de noviembre de 2022

La experiencia de hacer “Valsecito triste”

 
La experiencia de hacer “Valsecito triste”
 

 
Goyeneche-Troilo
 
Después de mucho (mucho) tiempo de no escuchar tango (de sentarme a escuchar un disco de tango entero, de punta a punta, sin hacer otra cosa más que eso)... apareció en YouTube un archivo de Goyeneche con Troilo. (Del Goyeneche de la buena época, diría…)
 
Era aquél disco que yo tenía en Antezana, y que escuchaba para arriba y para abajo, una y otra vez... "Paredón, tinta roja en el gris del ayer...". 
 
Y lo escuché recostado en la cama, de corrido. 
 
Fue como una hora, más o menos, ya que incluía algunas canciones más que no estaban en aquél LP (siempre grabaciones de Goyeneche-Troilo). 
 
Cuando terminó el disco, me incorporé, busqué mi tablita de dibujar (un tablerito portátil) y empecé a escribir... 
 
"Valsecito triste
con sabor a tango"... 
 
No estaba escribiendo una poesía, como otras veces, sino la letra de una canción. 
 

 
Recuerdos, sentimientos y emociones
 
Me habían pasado por la mente (y por el cuerpo, por la piel) un montón de recuerdos, sentimientos y emociones de aquella época, año 1978, viviendo en Antezana, en plena Dictadura Militar, y compartiendo un bulín en San Telmo, a dos cuadras del Parque Lezama, con dibujantes y guionistas de historieta amigos, y yendo a caminar por La Boca, Caminito, el Riachuelo, el puente viejo, los caseríos de madera y chapa... toda la parafernalia tanguera que yo estaba descubriendo (y dibujando) mientras tarareaba tangos. 
 
Yo venía de los Beatles, del jazz y, más recientemente, del folclore (del Dúo Salteño). 


 
Un valsecito des-cubierto
 
Se me ocurrió un valsecito, ya que el tango es mucho para mí, para mis recursos musicales, por una parte, y porque mi sentimiento era humildito, digamos, más propio de un valsecito. 
 
La letra salió de corrido, y quedó así, casi sin correcciones. Y si bien yo escribo con frecuencia poesías, estaba muy claro para mí que ahora estaba escribiendo una canción.
 
Esto me llevó un rato nomás. 
 
(Con imágenes del barrio Sakura, con sus casitas de chapa, y con imágenes de esa Boca que recorría y dibujaba —las calles embarradas, los adoquines, los faroles antiguos, las casas de madera, los entramados por donde trepaban los jazmines, los emparrados de los patios del Dock Sud, donde había vivido una temporada con mis amigos historietistas...) 
 
Parecía que la letra ya estaba ahí, y yo la iba des-cubriendo (como hacían aquellos paleontólogos de Jurassik Park) con un pincelito, quitando la tierrita que la cubría. 
 
O parecía que me la iban dictando (no en forma de una voz audible sino más bien como la voz silenciosa de la intuición, digamos). 
 
Yo pensaba, recapitulando la experiencia (que de eso se trata este comentario) que no era como si otro me la estuviera dictando (como cuando un médium, que no es escritor, escribe lo que algún escritor fallecido le dicta desde el Otro Lado, según he leído y visto en documentales). 
 
Tampoco tenía que ver con las Musas de la cultura griega, con las que no me relaciono. 
 
Me gusta más la idea oriental de Pequeña Mente y Gran Mente (con la que uno a veces toma contacto, y es ella, entonces, la que hace). 
 
Para mí, todo esto no tiene que ver con la calidad del producto —si es una gran canción o no, que la mía no lo es— sino con la cualidad de la experiencia (que es lo que intento registrar aquí). 
 
Otra explicación posible (otra interpretación, tal vez) es la de que un Douglas del futuro, que ya ve la letra terminada, se la va dictando, de algún modo, a este Douglas del presente. 
 
¿Digo que es así? ¿Qué sé yo? ¡No lo sé! (¿Quién lo sabe?) 
 
Hasta aquí, la letra. 
 

 
La música 
 
Hacía mucho que no tocaba la guitarra (un mes y medio, calculo —interesado como estaba en mejorar mi saque de tenis). 
 
Luego de terminada —anotada— la letra, me levanté del colchón y bajé, tomé la guitarra, y me puse a buscar los acordes de este "Valsecito triste". 
 
Lo único que tenía en mente era un Lam disonante (una 2da menor, me explicó un amigo músico luego) en un 3x4 lento. 
 
Y ahí empezó a sonar una melodía que se fue repitiendo, casi igual, a distintas alturas. 
 
Yo tengo algunas secuencias de acordes habituales, conocidas, frecuentadas, pero estos acordes iban por otros lados. 
 
Yo los iba colocando, a tientas, y algo me decía (me indicaba, me sugería) "este SÍ", "este NO"... (Esa misma voz silenciosa de la intuición, diría.) 
 
Y así uno tras otro. (Y cuando era SÍ, ese era el acorde, sin duda.) 
 
Así, en un rato nomás (otro rato), quedó lista la música. 
 

 
"Keep it simple"
 
Enseguida grabé un demo para no olvidarla, y ahí quedó, básicamente lista. 
 
Después vino el pulido fino, anotar los acordes, pasar la letra en limpio, decidir si hacer una intro o no, ver cuántos compases de guitarra antes de empezar a cantar, y cuántos después, para finalizar. 
 
Y todo el tiempo, en mi mente, "keep it simple" (manténlo simple —se lo había escuchado a Serrat en una entrevista acerca de un disco en el que estaba trabajando). 
 
Esto me llevó otro rato más. 
 
Entremedio, en algún momento (entre un momento y otro), surgió el dibujo. 
 
Simple, espontáneo (caligráfico, casi), como surgen muchos ahora. 
 
Después vino la grabación, y la edición de los dibujos y el videíto, que mantuve simple también. 
 
Y finalmente, de nuevo, a trabajar en el saque de tenis. 
 

 
Más que pelar papas 
 
Debería agregar, además, que tengo la sensación de que antes, esto (este "Valsecito triste") no estaba y ahora (luego de esta experiencia) el "Valsecito triste" está, existe (más allá de la calidad de la canción, como siempre digo). 
 
Alguno podría decir que esto ocurre con todas las experiencias humanas (como pelar papas, por ejemplo —antes no estaban peladas, y después lo están), y estaría de acuerdo. 
 
(Yo suelo pelar papas con frecuencia, y diría que la experiencia de "Valsecito triste" fue más intensa —mucho más.) 
 
Alguno podría decir, también, que el pasado y el futuro son ilusorios (como en el caso de ese Douglas del futuro dictándole la letra al Douglas del presente), y estaría de acuerdo también. 
 
Así que, ¿qué me queda? 
 
¿Un experimentador experimentándose a sí mismo?... 
 
¿La experiencia de la experiencia?... 
 
"Valsecito triste 
con sabor a Tango, 
a casas de chapa, 
a calles de fango..." 
 

 
Valsecito Full
 
Ahora (habiendo avanzado con mi saque de tenis) estoy trabajando en una versión Full, digamos, de "Valsecito...". 
 
Agregándole guitarras y voces, y haciendo una edición más prolija. 
 
Los recursos del programa de grabación y edición son casi ilimitados, diría, pero me encuentro agregando muy poco más (aquello que si pudiera tocar la guitarra como Baden Powell o Paco de Lucía, por ejemplo, podría concretar en una sola toma). 
 
Y si bien hay veces en que me gusta experimentar (con algún efecto de sonido o con algún concepto musical) creo que otras, como en este caso, me interesa más ir a lo esencial. 
 
Diría que lo esencial para mí (con los recursos musicales con los que cuento —y en esta época en la que me ha tocado vivir) es: 
 
Una letra, 
Una melodía, 
Una armonía (una secuencia de acordes). 
 
Y a la hora de grabar las guitarras y editar las voces, por ejemplo, recibo ayudas, también (de ese mismo Otro Lado, supongo). 
 
Las ideas para las guitarras suelen venir (ya me ha ocurrido muchas veces) sentado en el balcón, a la noche, "haciendo nada". 
 
Sin la guitarra, desde ya, imaginándome los casilleros del diapasón (tiendo a pensar que es el álamo gigante de aquí enfrente el que me las sugiere). 
 
Y algunos otros arreglos (como efectos de edición en las voces, por ejemplo, o la sustitución de una palabra por otra más adecuada, más justa) surgen al despertar de una siesta. 
 
El "iceberg" de la experiencia de "Valsecito triste": 42 minutos (2 minutos de canción, 40 de comentarios). 
 
 
Douglas Wright
 
 

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