Siestas de la eternidad
—digo, siestas sin edad—,
en un tiempo detenido
sobre un balcón suspendido
al borde de la ciudad.
en un tiempo detenido
—como un tiempo desteñido
como un tiempo inexistente,
como un tiempo no nacido.
la eternidad hecha siesta
donde el tiempo manifiesta
su existencia indefinida
—inexacta, detenida—,
que yo disfruto sentado
en mi banco, adormilado,
como si fuera una fiesta.
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