Tanto fue el lobo a la fuente que,
al final, el pastorcito mentiroso
se rompió.
Cuenta
una leyenda popular, de la que surgió este dicho, que un lobo manso solía
acercarse, cada noche, a beber de una fuente de agua que estaba en el pueblo.
Era
visto, cada noche, por un pastorcito que lo observaba desde la ventana de su
casa.
Y
cada noche, cada vez, el pastorcito gritaba “¡el lobo rompió el cántaro, el
lobo rompió el cántaro!” (un cántaro de barro que estaba junto a la fuente para
recoger el agua).
Cada
noche, cada vez, los vecinos del pueblo se asomaban a sus ventanas encendidas
sólo para ver que el cántaro estaba ahí, al lado de la fuente, sano y salvo.
Esto
ocurrió una vez, y otra vez, y otra vez, hasta que, por fin, una noche ya no se
escucharon los gritos del pastorcito.
(Ya
no se escuchó al pastorcito gritando “¡el lobo rompió el cántaro, el lobo
rompió el cántaro!”.)
Lo
que sí encontraron por la mañana fueron los restos de un pastorcito de cerámica
hecho añicos junto a la ventana de su casa.
El
cántaro seguía intacto junto a la fuente a la que el lobo manso se acercaba,
cada noche, a beber.
(Y,
desde aquella vez, los vecinos del pueblo durmieron en paz.)
Douglas
Wright
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