lunes, 31 de diciembre de 2018

15. Phil Martin - ¡Milagro en Amambay Street!




15. Phil Martin - ¡Milagro en Amambay Street! 


“Somewhere there’s music,
how near how far…” 


(“How High the Moon”, de Nancy Hamilton) 
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How High the Moon 

Phil Martin regresaba, ya avanzada la noche —bien alta la luna—, a su depto. en Amambay Street (una cortada en los suburbios —turbios— de L.A., Las Anguilas, situada en la costa de California). 

Finalizaba un año (¿quién sabe cuál? —¿quién podría, en realidad, decir cuál?) y Phil canturreaba, para él (estilo iceberg: 1 parte audible, 9 partes “sumergidas”), las estrofas de “Silent Night” (la canción navideña que había oído mil veces, desde su infancia).  


Las voces de la noche 

Unos siete u ocho tipos —y tipas— comenzaron a seguirlo calle abajo, cortada abajo. 

Los tipos —y las tipas—, reos, desaliñados, muy desparejos —algunos altos, muy altos, y otro bajos, muy bajitos— (“a bunch of creeps”, hubiera dicho la Susie Diamond de “The Fabulous Baker Boys”, “los sospechosos de siempre” hubiera dicho el policía chantún de “Casablanca”, “a pack of rats” hubiera dicho Lauren Bacall…) se pusieron a caminar detrás de Phil, en fila india, primero, y abriéndose hacia un lado y hacia otro, luego. 


Heavenly hosts singing Alleluia 

Phil ya tenía la mano sobre su Luger especial (una pistolita de agua “made in China” que utilizaba en situaciones extremas para “bluffear” —si eso no resultaba, Phil “disparaba”). 

Entonces “los sospechosos de siempre”, rodeándolo en abanico, se pusieron a armonizar sus voces (como un coro de “heavenly hosts singing Alleluia”— como decía la canción) acompañando a Phil en su versión “iceberg” de Silent Night. 


Epílogo 

Las ventanas de Amambay Street comenzaron, una a una, a encenderse (parecían las lucecitas de un improvisado árbol de Navidad), los vecinos se asomaban blandiendo estrellitas luminosas y bengalitas de colores —hasta parecía que el James Stewart de “¡Qué bello es vivir!”, de Frank Capra, se asomaba por una por una de las ventanas agitando su sonrisa… 

En fin, créase o no (para quien quiera creerlo): ¡Milagro en Amambay Street!


Douglas Wright





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