Los colores de la
noche
Los
pajaritos dormidos
parecen
piar, en sueños,
entre
las ramas oscuras
de
los álamos y cedros.
Los
tejados azulados
de
las casas suburbanas
sueñan
con esos celestes
del
cielo de la mañana.
Las
arboledas del fondo
le
hacen cosquillas al cielo
con
sus ramas que parecen
como
manos, como dedos.
La
luna, casi, se escapa
del
gran paisaje nocturno
mientras
el cielo la mira
pensativo,
taciturno.
Los
colores de la noche
son
colores misteriosos,
llenos
de azules, violetas
y
de marrones terrosos.
Las
ventanas apagadas
reflejan,
en sus cristales,
el
brillo de las estrellas,
como
si fueran vitrales.
El
pasto de la vereda
resplandece
en suaves brillos
con
un tintinear que suena
como
el canto de los grillos.
Nubes
de formas extrañas
y
colores surrealistas
juegan
a que son pintadas
por
noctámbulos artistas.
El
empedrado arrugado,
de
grisáceos adoquines,
sueña
con pastitos verdes
y
con oscuros verdines.
Los
muros de calicanto
parecen
fosforescentes
bajo
una luna opalina,
una
luna refulgente.
El
sueño de los que duermen,
profundamente,
en sus camas,
sale
a rondar por el barrio
en
esta noche de luna,
en
esta noche estrellada.
Bonus
Tres
pinos cantan, al fondo,
la
canción de unos alpinos
que
no fueron a la guerra
y
ahora festejan con vino.
El
mundo no está dormido
sino
despierto a otra vida,
“el
sueño de nuestros sueños”,
eso
es, tal vez, la vigilia.
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