Es la cultura en la que nos tocó en suerte -o en mala suerte- nacer y crecer.
Para nosotros: la cultura occidental.
¿Y cómo es esa cultura en la que nos tocó en suerte nacer?, preguntará alguno...
Una cultura que valora demasiado el pensamiento verbal, el pensamiento lineal (y que confunde los nombres de las cosas y las personas con las cosas y las personas en sí -y las descripciones del mundo, con el mundo real), responderá otro.
Una cultura que nos separa de nuestro entorno natural y nos hace temerlo, dominarlo y destruirlo (y que está fascinada con la misma tecnología que lo está destruyendo), agregará.
Y seguirá agregando hasta el final...
Una cultura que valora más lo aprendido en los libros que lo descubierto por uno mismo.
Una cultura que le da más importancia a la persecución de lo que uno quiere ser que al descubrimiento de lo que uno realmente es.
Una cultura que le da más importancia al pasado y al futuro que al presente (y sacrifica el presente cultivando el pasado y planificando el futuro).
Una cultura que se da por verdadera sólo porque está instalada (instalada en todos lados).
Una cultura que se da por sentada (porque está sentada dentro de uno).
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