¡Ah, reflejitos del sol!
¡Ah, reflejitos del
sol
en mi copita de
vino!
—se agitan,
chisporrotean,
saltan, bailan,
me encandilan.
¡Ah, los reflejos
del sol
—de este sol del
mediodía—
andan bailando en mi
copa
festejándola a la
vida!
¡Ah, reflejitos del
sol
tintineando, aquí en
mi copa!
entre cubitos de
hielo
—esas acuáticas
rocas.
¡Ah, los reflejos
del sol
alegrándose en el
vino!,
y entre cubitos de
hielo
—el sol, arriba, en
el cielo,
y yo, abajo, en mi
balcón—,
nos alegramos los
dos
y unimos nuestros destinos.
El viejo Now
¡Ah, los
reflejos!...
Como dibujante,
siempre los he notado e incorporado a mis ilustraciones.
Y siempre me llaman
la atención en mi vida cotidiana.
Parece que le dan
movimiento a las cosas estáticas, parece que le dan vida a las cosas que tal
vez no la tienen.
Los brillitos en las
hojas de los árboles, el reflejo en el charco de la vereda, el guiño del
parabrisas de un auto estacionado...
Están en el vidrio
de la ventana, claro, en la tapa de la pava, en las clavijas de mi guitarra, en
cualquier parte, en cualquier lugar.
Parecen decir
"¡aquí estamos!" con sus tintineos de luz.
Esta vez, sentado en
mi balcón, estaban en los cubitos de hielo de mi copa de vino.
Y yo pensaba: "¡el
sol está festejando conmigo!".
DW
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