lunes, 29 de enero de 2024

¡Ah, reflejitos del sol!

 
¡Ah, reflejitos del sol! 
 
¡Ah, reflejitos del sol
en mi copita de vino!
—se agitan, chisporrotean,
saltan, bailan, me encandilan.
 
¡Ah, los reflejos del sol
—de este sol del mediodía—
andan bailando en mi copa
festejándola a la vida!
 
¡Ah, reflejitos del sol
tintineando, aquí en mi copa!
entre cubitos de hielo
—esas acuáticas rocas.
 
¡Ah, los reflejos del sol
alegrándose en el vino!,
y entre cubitos de hielo
—el sol, arriba, en el cielo,
y yo, abajo, en mi balcón—,
nos alegramos los dos
y unimos nuestros destinos. 
 
El viejo Now


 
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Bonus 
 
¡Ah, los reflejos!...
 
Como dibujante, siempre los he notado e incorporado a mis ilustraciones.
 
Y siempre me llaman la atención en mi vida cotidiana.
 
Parece que le dan movimiento a las cosas estáticas, parece que le dan vida a las cosas que tal vez no la tienen.
 
Los brillitos en las hojas de los árboles, el reflejo en el charco de la vereda, el guiño del parabrisas de un auto estacionado...
 
Están en el vidrio de la ventana, claro, en la tapa de la pava, en las clavijas de mi guitarra, en cualquier parte, en cualquier lugar.
 
Parecen decir "¡aquí estamos!" con sus tintineos de luz.
 
Esta vez, sentado en mi balcón, estaban en los cubitos de hielo de mi copa de vino.
 
Y yo pensaba: "¡el sol está festejando conmigo!". 
 
DW



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