viernes, 23 de noviembre de 2018

En sueños-14, El sueño en el que el mar es como una montaña


En sueños-14

El sueño en el que el mar es como una montaña 


Lunes 19 de noviembre de 2018. 


Estoy en la casa que un amigo alquiló para sus vacaciones de verano.

Tengo una reunión —de trabajo, probablemente— con él, su esposa y una amiga común, unos años mayor que nosotros —que lleva puesto un vestido con un estampado de flores muy grandes.


Vamos hacia a una piecita, que está en el fondo de la casa, donde hay una mesa chica (de esas de fórmica blancuzca) y cuatro sillas.

Las dos ventanas que dan a la parte de atrás están cerradas, con las persianas bajas.

El ambiente está en penumbras (pero hay mucho sol afuera).

Tengo la impresión de que las ventanas dan al mar así que le pido a mi amigo que las abramos.


“OK, pero sólo un poco”, dice él.

Abrimos la que está en la pared del fondo y veo, frente a mí, un mar inmenso, altísimo, de un color verde-azulado claro (algo así como el color del jade, supongo).

“¡GUAU!”


La visión dura sólo un instante, pero es espectacular, impresionante.

El mar es alto como una loma, con la cresta redondeada en forma de curva suave.

El color es puro y brillante, y la superficie está cubierta por unos reflejos blancos que parecen lucecitas.

Da la impresión de que se viene encima de la casa, encima de la ventana, así que mi amigo la cierra enseguida.

El agua se empieza a meter por las ventanas y persianas cerradas.


Con unos trapos rejilla, secamos las chorreaduras. (El metal de las ventanas —las persianas son de plástico blanco— tiene manchas de óxido —parece que esto es algo que ocurre con frecuencia, algo habitual, por eso mi amigo respondió “sólo un poco” cuando yo le pedí abrirlas.)

Pero bueno, aunque toda esa masa de mar —esa montaña de mar— está a la altura de la ventana, presionando contra la ventana, la cosa no pasa de ahí, de algunas filtraciones y chorreaduras por las rendijas.


Vamos a la cocina (no sé si a enjuagar los trapos, o qué —para hacernos un café, tal vez).

Desde la puerta de la cocina, que da al fondo, veo que ahí el mar no está alto.


Hay dos bloques, hechos con ladrillos de máquina (de esos de color claro y bordes lisos), que corren transversalmente (y podrían servir de parapetos) pero, de todos modos, el mar —que no alcanzo a ver— está más allá, más atrás (detrás de una playa, tal vez).

Un mar “normal”, digamos —uno a la altura del suelo.



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