11. Phil Martin y la cuestión de los clubes
“El Tao que puede ser expresado en palabras
no es el Verdadero Tao.”
(Lao Tse, Tao Te King)
----
El Club del Clan
El Club del Clan
era un programa de televisión que Phil Martin veía en su adolescencia —en sus
“teens”. Lo emitían los sábados por la tarde, provenía de un país de habla
hispana, y estaba dirigido a la comunidad latina de L.A. (Las Anguilas).
Phil encontró una foto del Clan en una revista
vieja que andaba entre sus papeles —viejos también. Era una de esas revistas
que traían la programación televisiva de la semana (TV Guía, Canal TV, o algo
así). Y Phil recordó, inmediatamente, con cuántas ganas había querido
pertenecer a ese club y cómo, una vez por semana, se sentía, casi, parte de él.
Entre los
protagonistas había uno que lo tenía fascinado con su sonrisa “ganadora”, su
enorme jopo dorado, y unos pulóveres llamativos que lucía tanto en invierno
como en verano. Pero lo que a Phil le fascinaba más que todo eso era su
guitarra eléctrica: roja, brillante, absolutamente maravillosa (¡tanto como el
autito rojo de su infancia!). ¡Ah, como había querido tener una guitarra como
ésa! ¡Cómo había querido tener esa guitarra!
----
Un club de clubes
A Phil le
parecía que El Club del Clan había inaugurado una época de clubes en su vida.
Clubes a los que no pertenecía ni pertenecería jamás.
El club de
badmington al que lo habían asociado sus padres —al que pertenecían ellos, pero
no él.
El de los
cigarrillos Jockey Club —con el paquete rojo como la guitarra— que Phil intentó
fumar sin éxito hasta que optó por sus Dromedar sin filtro.
El Club de corazones
solitarios del sargento Pepper (¡ah, los Beatles!) —pero ellos y su club de
corazones solitarios eran de otro mundo.
Luego, con las
novelas policiales que lo acercaron a su oficio de detective privado, el Club
Sandwich que almorzaba Philip Marlowe cuando estaba apurado.
Estaban, además,
los clubes de fútbol y de béisbol a los que la gente parecía adherir,
incondicionalmente, para toda la vida. (Boca y River —se había enterado Phil—
eran los clubes de fútbol que cumplían esa función en el país de donde venía el
Club del Clan.)
Y, por fin, los
grandes clubes de los partidos políticos, las diferentes religiones y las
ideologías de todo tipo…
----
Lejos del Club del Clan
“Jamás
pertenecería a un club
que me aceptara
a mí como socio”,
decía Groucho
Marx.
“El club al que
puedo pertenecer
no es el Verdadero
Club”,
diría Lao Tse.
“¿Dónde está el
club de los que
no pertenecen a
ningún club?”,
se preguntaba
Bertrand Russell.
“Existen
infinitos clubes, en infinitos
universos, y
puedo pertenecer a todos ellos,
o a ninguno,
según me dé la gana”,
opinará
—probablemente— algún
físico cuántico.
----
Epílogo
“No sé a qué
club pertenezco”, murmuró Phil Martin, “aunque estoy bastante seguro de saber a
qué clubes no pertenezco”.
Phil volvió a
dejar la revista entre sus papeles viejos mientras pensaba que le gustaría
tener abiertas las puertas de todos los clubes, en general, aunque no
perteneciera a ninguno, en particular.
Douglas Wright
No hay comentarios:
Publicar un comentario