sábado, 29 de octubre de 2016

Del anecdotario personal de Phil Martin - 8



Del anecdotario personal de Phil Martin

8. La luna llena invitada (Blue Moon)


“Blue Moon,
you saw me standing alone,
without a dream in my heart,
without a love of my own.”

(“Blue Moon”, de Richard Rodgers y Lorenz Hart)


Solos en la madrugada

Los músicos de combo estable de “La jaula de los leones” ya se habían retirado (algunos, a sus casas, otros, a cumplir con algún “gig” eventual en uno de los boliches de la trasnoche de L.A. —Las Anguilas).

Sólo quedaban Charlie Porter (el guitarrista y arreglador —arreglador porque si alguna canción no estaba bien, él la “arreglaba”), y Al Duggman (aquél susurrador de New Jersey —New Jersey porque siempre andaba luciendo algún suéter nuevo).


Puro humo

Charlie apagó su cigarrillo (él no fumaba, pero en “La jaula” era casi un un deber tener uno encendido a la hora de subir al escenario, por pura pinta, por puro clima —Casablanca, Sinatra and all that jazz) y, a punto de guardar su guitarra en el estuche, se puso a tirar unos acordes.

Al tomó el micrófono con la misma mano que sostenía su cigarrillo de pinta, se sentó  al lado de Charlie, y comenzó a susurrar una canción: “Blue Moon”. (Esa “Blue Moon” que había sido tan maltratada por los grupos “doo-wop” de la década del cincuenta sonaba distinta en los acordes de Charlie.)


Sin filtro

Phil (que sí fumaba —aquellos “Dromedar” sin filtro que le prmitían escupir las hebras de tabaco que se le adherían a la lengua cuando quería hacerse el duro, o quitárselas displicentemente con los dedos cuando no tenía nada inteligente o interesante que decir, lo que ocurría con frecuencia), él sí —decíamos — fumaba, y miraba la escena en silencio.


Pura música

A Phil le gustaba la música, mucho, y ya había tenido algunos “encuentros cercanos” con ella (en “El caso de los instrumentos robados al Museo del Jazz”, por ejemplo, o en aquél encuentro con Sinatra —sí, Frank— mientras canturreaba —sí, Phil— en la ducha en el episodio “Dancing in the bath” de su “Anecdotario personal”).


De buena gana cambiaría —a veces— su licencia de Investigador Privado por una trompeta, un saxo o un micrófono… Pero esa era otra historia. Esta tenía que ver con la luna.


¿Luna azul?

Habían prometido luna llena para esa noche, y la promesa se había cumplido. Era le segunda en ese mes calendario, y a esa la llamaban “luna azul”, “blue moon”.

Se metía, silenciosa, por una de las ventanas de “La jaula” (una sin rejas ni barrotes, por suerte), y generaba unos reflejos suaves —como unas lunas en miniatura— sobre la guitarra de Charlie y el micrófono de Al.

También —pensó Phil— parecía flotar en los acordes de la guitarra y en la melodía de la canción, generando —volvió a pensar Phil— unos silencios que parecían brillitos tenues.


Epílogo (un dúo de tres)

Phil apagó su “Dromedar” y pensó —aquello que sólo se piensa una vez que la cosa ya ocurrió, ya pasó, cuando “ya es tarde”— en un afiche que decía:

“Esta noche
La jaula de los leones presenta
al Trio de Charlie Porter,
con Charlie Porter en guitarra,
Al Duggman en voz
y, como artista invitada:
la luna llena.”


Douglas Wright




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