¡Mi éxito escaso!
La limpieza
de mi pieza
recién,
apenas, empieza;
tomo el
plumero, la escoba
y, antes
que nada, despejo
todo el
polvo acumulado
encima de
mi pereza.
El ocaso
llega, acaso,
a celebrar
mi fracaso;
y me
encuentra en el balcón,
cruzadas
piernas y brazos,
disfrutando,
plenamente,
de éste:
¡mi éxito escaso!
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