Como un haiku
dibujado
con birome y
marcador,
la bandeja de mi
almuerzo
sobre mi mesa
ratona,
aquí, en mi comedor.
Las mandarinas de
postre,
la servilleta
arrugada,
la copa de vino
tinto,
el plato grande,
amarillo,
la bandeja colorada.
Como un haiku
dibujado,
como un haiku
occidental,
un dibujo en blanco
y negro
capturando este
momento
en su esencia
elemental.
Douglas Wright
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Bonus
Según una de las
definiciones que circulan por ahí, los haikus son poemas japoneses muy cortos,
tienen solo tres versos y normalmente hablan de temas relacionados con la
naturaleza o la vida cotidiana que pasa en un lugar y un momento muy concreto.
¿A qué me refiero yo
por "haiku" en este caso?
A captar el momento
(en su inmediatez, digamos).
A que el motivo de
mi dibujo y de mi poesía sea algo cotidiano (nada grandilocuente, nada solemne,
nada importante).
A encontrar lo bello
en las cosas más pequeñas (más insignificantes, tal vez).
Yo suelo comer
(almorzar y cenar) sobre una hermosa bandeja roja, brillante, apoyada sobre un
cubo de madera que hace las veces de mesa ratona ubicada frente a mi sillón.
Tengo unos platos
grandes de color amarillo (ese que llamaban "color maíz").
Ahí estaban, en ese
gran plato amarillo, los restos de mi almuerzo (unas cáscaras de mandarina) y
mi copa de vino por la mitad.
Escuchaba en la
computadora a Alan Watts hablar sobre los haikus y se me apareció esta imagen
que tenía frente a mí como una especie de "haiku visual".
Como un cuadrito
post-impresionista, tal vez, o como un poster de Toulouse, quizá (con colores
planos, plenos, intensos, vibrantes).
¡Viva la bandeja de
mi almuerzo, el plato amarillo, las cáscaras de mandarina, mi copita de vino!
¡Vivan los dibujitos
espontáneos y los textitos que los acompañan!
DW
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