domingo, 30 de septiembre de 2018

En sueños-02, El sueño del colectivo azul


En sueños-02

El sueño del colectivo azul 

Este es el primer sueño que registré, en noviembre de 2011.

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Viajo en un colectivo que va chocándose contra todos por la calle. Se topa con un auto a la izquierda, se topa con un camión a la derecha.


Desde adentro no veo mucho porque las ventanillas son chicas, como las del 118 (el colectivo que tomaba, en la década de 1960, para ir al colegio).

La gente está toda apilada de un lado, del lado izquierdo. Están todos parados, de pie. No veo (o no recuerdo) si hay pasajeros sentados.


Lo que sí veo es que del otro lado (del lado derecho) no hay asientos. Hay unas guías de metal en el piso, pero ni un solo asiento. Tampoco hay gente (y no sé si hay ventanillas).

Veo, por el ventilete de adelante, el del lado izquierdo, que, al doblar hacia la derecha en una esquina, el colectivo choca, fuerte, ruidosamente —contundentemente—, contra un auto que circula en dirección contraria.


“¡Ups!, un pequeño roce”, dice el conductor del colectivo (un tipo de bigotes y camisa o camiseta blanca) despreocupadamente. Hay ruidos de metal y vidrio.


Lo veo, por una ventanilla, caminando junto al otro conductor. El otro se queja, éste va despreocupado y alegre. “Es lo que es”, le dice.


El colectivo en el que viajo es azul (de un azul oscuro y brillante) y tiene el capó redondeado, con una varilla plateada en el medio (como el de los colectivos de mi infancia).


El chofer del colectivo se topa con todos y contra todos a propósito, alegremente, sin preocuparse por nada. 
  
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En aquella época —en 2011— “trataba” de encontrarle algún significado a mis sueños, “interpretarlos” de alguna manera.

Ahora —en 2018—, si algún significado surge por sí mismo, bienvenido. Si no, no problem.

Lo interesante, creo, es “haber estado allí”, haber “visto” lo que vi, haber participado de ello, haberlo experimentado.

Lo que importa no es “what” I dream but “that” I dream, diría. 


Douglas Wright


viernes, 28 de septiembre de 2018

¡Ah, el mundo de mis sueños!




¡Ah, el mundo de mis sueños!
(¡un mundo sin dualidad!) 


Cuando yo sueño, yo voy
donde mis sueños me lleven,
yo voy adonde ellos vayan
y llego hasta donde lleguen.

Yo no elijo mi destino,
ellos deciden el viaje,
y yo viajo sin valijas,
yo viajo sin equipaje.

En mis sueños, me veo joven,
en mis sueños, me veo viejo,
de todos mis “yo” posibles
mis sueños son un espejo.

En los sueños que yo sueño
no hay soñador ni soñado
y, al despertar, me pregunto
quién es el que ha despertado.

¡Ah, el mundo de mis sueños!,
¿fantasía o realidad?;
que es otro mundo, seguro,
y que existe, es verdad;
tal vez sea un mundo donde
“sí y no” sean posibles,
“claro y oscuro” convivan,
“ser y no ser”, ambos sean,
un mundo abierto a todo
—como otra realidad
donde todo sea posible—:
¡un mundo sin dualidad! 


Douglas Wright


En sueños-01


En sueños-01  


Yo era uno de esos que “no soñaba”.

Había escuchado decir que “todos soñamos” pero yo, al menos, no recordaba mis sueños. Casi, casi, nunca, diría.

Recién a partir del año 2011, a raíz de la lectura de un libro que tenía pendiente desde hacía más de veinte años (“El hombre y sus símbolos”, de Carl Gustav Jung), empecé a recordarlos, a interesarme en ellos, a anotarlos.

Creo que mi vida, ahora, es más rica —más plena— con la inclusión —la integración— de mis sueños a mi estado de conciencia habitual, a mi estado de vigilia.

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He leído algo acerca de los sueños, he tomado contacto con algunas opiniones acerca de ellos, y los he visto rondando por la literatura, el cine y la música. Pero no soy un estudioso del fenómeno —y, mucho menos, un especialista. Soy un “soñador”.

Mi relación con los sueños cambió —o surgió— cuando empecé a recordar mis sueños, y cuando empecé a tomar notas —a registrarlos por medio de textos y dibujos, principalmente.

Esto ocurrió, como decía antes, a fines de 2011. Creo que la lectura de aquél libro me habilitó para “soñar-recordar-anotar”. Y el proceso de registrarlos (escribirlos, dibujarlos) me habilitó para soñar y recordar con más frecuencia, con más intensidad.

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Supongo que ahora, en 2018, con siete años de “soñar” —y cientos de sueños anotados, registrados—, mi impresión general es la siguiente:

--Al soñar —en mis sueños— estoy en otro estado de conciencia (un estado distinto del de la conciencia “ordinaria” —la conciencia cotidiana, la de “la-vida-de-todos-los-días”, digamos—, distinto del estado de vigilia que experimentamos —yo, al menos— “normalmente”, habitualmente).

--Al soñar —en mis sueños— estoy en otra realidad, en otro estado de la realidad. (Si, tal como lo veo ahora, la conciencia hace la realidad —o participa fuertemente en hacerla— esta otra conciencia es otra realidad.)

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“En sueños” es una nueva sección de este blog —“Otros Douglas”— dedicada no a mis “ficciones” (poesías, dibujos, canciones) sino a esta “otra realidad”.


Douglas Wright

jueves, 27 de septiembre de 2018

A World Without Love




Corría el año 1964.

Entre un disco y otro de los Beatles
podían pasar hasta seis meses, y
cualquier cosa que sonara a ellos
era muy bienvenida por nuestros oídos
ávidos de esos sonidos, de esa música.

Los músicos de “La jaula de los leones”,
cachorros de garage por aquél entonces,
la pescamos por la radio (en la versión de
Peter y Gordon), la ensayamos, y la tocamos
el sábado por la noche en el baile del club.

Aquí va, para ustedes (y para nuestros
corazoncitos quinceañeros), “A World
Without Love”, de Lennon y McCartney.

Arreglos y guitarra: Carlos Porta
Voces: Douglas Wright


“I don’t care what they say
I won’t stay
in a world without love…”


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Canción: A World Without Love


miércoles, 26 de septiembre de 2018

Como aire de mar




Letra y música, guitarras
y voces: Douglas Wright


Como aire de mar


Estoy tan contento
que quiero volar

Estoy tan contento
que puedo volar

Hay algo en el viento
que me hace reír

Hay algo en el aire
que me hace feliz

Estoy tan contento,
me siento como aire
de mar.

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Hay algo en el viento
que me hace reír

Hay algo en el aire
que me hace feliz

Estoy tan contento
que quiero volar

Estoy tan contento
que puedo volar

Estoy tan contento,
me siento como aire
de mar.

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¡Quiero reír,
quiero cantar!

¡Quiero soñar,
quiero volar!

¡Quiero sentirme,
una vez más!

¡Sentirme
como aire
de mar!

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Estoy tan contento
que quiero volar

Estoy tan contento
que puedo volar

Hay algo en el viento
que me hace reír

Hay algo en el aire
que me hace feliz

Estoy tan contento,
me siento como aire
de mar.

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¡Quiero reír,
quiero cantar!

¡Quiero soñar,
quiero volar!

¡Quiero sentirme,
una vez más!

¡Sentirme
como aire
de mar!

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Hay algo en el viento
que me hace reír

Hay algo en el aire
que me hace feliz

Estoy tan contento
que quiero volar

Estoy tan contento
que puedo volar

Estoy tan contento,
me siento como aire
de mar…

Estoy tan contento,
me siento como aire
de mar…

Estoy tan contento,
me siento como aire
de mar.


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Canción: Como aire de mar


lunes, 17 de septiembre de 2018

Bonus para Phil Martin y el “latin touch”




Sombras negras, sombras blancas 

Entre las sombras negras que proyectan
el Phil y la “Rita” reales
y las sombras blancas que proyectan
el Phil y la “Rita” imaginarios,
ahí,  justo ahí, viven ellos
—esa es su casa, ese es su mundo,
ese es su escenario.

Y cuando esas sombras se suceden,
intermitentemente, a gran velocidad
—negra-blanca-negra-blanca-negra-blanca—
como las luces de algunas salas de baile,
entonces, casi podemos verlos. 

Douglas Wright



Sally's Tomato


Este es el tema con el que “Rita”
invita a Phil Martin a bailar en el
episodio “Phil Martin y el latin touch”:
Sally's Tomato”, de Henry Mancini.

Arreglos y guitarra: Carlos Porta

“¿Bailamos, guapo?”



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Tema: Sally's Tomato


12. Phil Martin y el “latin touch”





12. Phil Martin y el “latin touch”
 

“Bésame, bésame mucho,
como si fuera esta noche la última vez…” 

(“Bésame mucho”, de Consuelo Velázquez)

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¡De todas las Ritas del mundo!… 

Como buen detective privado que se precie de serlo, Phil (Phil Martin, L.A. —Las Anguilas—, California), siempre se liaba con las chicas “malas” (siguiendo, tal vez, la tradición de los personajes de Dashiell Hammett, Raymond Chandler y James M. Cain, entre otros).

Rita Monteros (“Rita” —a secas y entre comillas— para Phil), de origen latino (cubano o portorriqueño —Phil nunca lo supo con certeza), era —o, al menos, eso le parecía a Phil— una cruza entre la Rita Hayworth de “Gilda” y la Rita Moreno de “Amor sin barreras” (con un toque dramático de la Katy Jurado de “A la hora señalada”).  (Lástima que Katy no se llamara Rita también, pensaba Phil.)
 

Un copo de azúcar 

Su “Rita” —nunca de él sólo, claro, como sucedía con las chicas “malas”— era una bailarina del coro del “Sugar Cane Club”, una especie de “Cotton Club” latino (la primera bailarina de la izquierda —Phil pensaba que le iba de perlas esa ubicación).

Phil, que solía hacerse una pasada por el “Sugar Cane…” cuando no había nada interesante en “La jaula de los leones” (el club del que era un habitué incondicional), la había conocido ahí, después de una función y, al poco tiempo, se había liado con ella (“si no había lío, no tenía gracia”, pensaba Phil).

Algunas copas, algunos cigarrillos y algunos amaneceres transcurrieron (siempre con el “latin touch” propio de “Rita”).

Una noche, después de una actuación en el “Sugar Cane…” —y sin que se supiera el motivo—, “Rita” “flew the coop”, “ahuecó el ala”, y no se la volvió a ver por ningún lado: ni en el coro, ni en el barrio latino, ni en su apartamento.
 

El rey del “mambo” 

Phil —dado a fantasear— a veces imaginaba que “Rita” había sido el producto de sus sueños, de sus tragos, y de su soledad de “Private Eye”. Sus amigos del combo estable de “La jaula de los leones” —ese que dirigía el guitarrista Charlie Porter— nunca la habían visto. Lo que sí habían visto, con frecuencia, era a Phil tomándose unos tragos en soledad mientras escuchaba la música de “La jaula…”.

Aunque sabían que Phil no era un tipo “delirante”, compartían con él la sospecha de que, tal vez, “Rita” había surgido, alguna noche, del humo de su Dromedar sin filtro. Y la cosa quedó ahí…
 

Tacones sonoros 

Una noche, ya cerca de la madrugada —y cuando quedaban unos pocos clientes sentados a las mesitas de “La jaula…”—, entró, por la puerta principal, una morena (“¡una morenaza monumental!”, pensaron a coro los músicos del combo mientras acariciaban un tema de jazz, lento, adecuado a la hora y a la situación). Con el mismo vestido de satén rojo y las medias negras caladas que usaban las coristas del “Sugar Cane…”, taconeó sonoramente hasta la mesa donde se hallaba Phil, tiró al piso el cigarrillo que se consumía en su boquilla (larga como la boquilla de la “Satin Doll” de Ellington, volvieron a pensar los músicos del combo), lo apagó con el tacón alto y grueso de su zapato, y le susurró a Phil al oído: “¿bailamos, guapo?”.
 

Epílogo 

Los músicos del combo se miraron y, sin saber por qué, a la cuenta de cuatro de Charlie empezaron a tocar los acordes de “Sally’s Tomato”, de Henry Mancini, con un “latin touch” musical adecuado a la hora —empezaba a amanecer en Las Anguilas— y a una situación que tenía dos posibilidades: o “Rita” era real, o Phil había logrado sumirlos a todos en su fantasía.
 

Douglas Wright



domingo, 16 de septiembre de 2018

Igualito que un Tarzán




Igualito que un Tarzán


Como un Tarzán que no sabe
idiomas civilizados,
así, yo le echo vistazos
a lo que está tras del muro,
tras la cortina de humo,
a eso que está velado.

Como un Tarzán, como un chico
que mira todo asombrado,
veo junglas de colores,
sonidos y vibraciones,
imposibles de captar
con palabras de este lado.

Igualito que un Tarzán
que mira maravillado
el esplendor de la jungla,
así, no encuentro otro modo,
no me queda más remedio,
que mirar todo callado.


Douglas Wright



jueves, 13 de septiembre de 2018

New York State of Mind




Nunca estuve en Nueva York, aunque podría
decirse que Nueva York siempre estuvo en mí.

De niño, un tío que vivía allí solía enviarme,
para mis cumpleaños, unas postales de N. Y.
que inflamaban mi imaginación.

Luego vinieron las películas en blanco y negro
con rascacielos, detectives de sombrero y gabardina,
y músicos de jazz en los subsuelos del Harlem.

Y la N. Y. de Woody Allen en “Manhattan” y “Hannah
y sus hermanas”, la de Tony Bennett en “Manhattan”
y la de Frank Sinatra en “Autumn in New York” y “New
York, New York” (casi un himno).

(… Y Fred Astaire bailando con Cyd Charisse en un
Central Park de utilería, y William Hurt y Harvey Keitel,
en “Smoke”, charlando en un restaurantito de verdad,
y… la lista es interminable, creo.)

Para mí (que nunca estuve en N. Y.), más que para
Billy Joel (que nació y creció allí), New York es un
“state of mind”.

De Billy Joel, “New York State of Mind”.

Guitarras y voces: Douglas Wright



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Canción: New York State of Mind


sábado, 1 de septiembre de 2018

Mi mente anda a los saltos


Mi mente anda a los saltos 

Mi mente anda a los saltos,
—también mi imaginación—;
cada idea, la primera,
primera, cada emoción.

Mi mente anda a los saltos,
—para nada, en línea recta—;
dejando que el salto salte,
cada pirueta es perfecta.

Mi mente anda a los saltos
—cada salto es el canal
hacia un mundo diferente,
hacia un mundo todo-mente,
una realidad mental. 

El Viejo Now



Mi lado de adentro


Mi lado de adentro 

Tengo mi lado de adentro
adornado con paisajes,
paisajes que son colores,
movimientos, sensaciones.

Tengo mi lado de adentro
adornado con recuerdos,
recuerdos que canturrean
como emotivas canciones.

Tengo mi lado de adentro
tapizado con afectos,
empapelado de amor,
alfombrado de emociones.

Tengo mi lado de adentro
adornado, como un traje,
con lunas y con estrellas
de mil remotas regiones.

Tengo mi lado de adentro
iluminado por luces
y, también, oscuridades
que son iluminaciones. 

El Viejo Now