martes, 16 de octubre de 2018

En sueños-10, El sueño de la caminata al atardecer


En sueños-10

El sueño de la caminata al atardecer


Sábado 4 de marzo de 2017.


  
Un fitito (1) me deja en (2). La persona que lo conduce (algún amigo mío) tiene algo que hacer por su cuenta y, mientras tanto, yo voy a dar una vuelta por ahí, a pie.


Está atardeciendo y en esas calles (rutas-avenidas) los autos tienen las luces encendidas (la escena se parece un poco a una foto que suelo usar como protector de pantalla).

Veo a una chica que salía conmigo parada en una especie de islita en medio de las avenidas. Ahora tiene el pelo corto, a lo garçon (negro, engominado), y tiene puesta una gabardina (como las que usaba Humphrey Bogart) de un color café con leche tostado.


Tengo cierta curiosidad por saber lo que está haciendo ahí, pero pienso que “it’s none of my business”, y decido seguir mi camino.

Doy una vuelta y voy a parar a (4), una especie de centrito muy iluminado, como una gran plaza, tal vez (una isla-plaza, quizá) en la que hay mucho movimiento de gente, y de autos y colectivos (un poco como la plazoleta del obelisco).


 Cruzo la avenida por una senda peatonal, unas chicas que me saludan y me sonríen.

Sigo caminando hacia (5) por un camino más tranquilo, menos transitado, y más oscuro. Es como un camino en la sierra, bordeando una sierra.


(Todo el paisaje, toda la escena está ubicada en un terreno así, como de lomas o sierras, montañoso.) (La chica en (3) está parada, también, en una especie de promontorio.)

En (6) me cruzo con unas maestras de jardín (con esos guardapolvitos característicos) que están llevando (o mudando) unas vallas o barreras de plástico (pequeñas, como a escala de los chicos de preescolar). Son amarillas y azules, como los guardapolvos de las maestras, y tienen unas rayitas de rocío encima, en la parte de arriba.


Una de las maestras me mira, me sonríe, y me dice “son para unos seres llamados chicos”. “Sí, oí que existen seres así”, respondo en broma y sigo mi camino (y ellas el suyo).

Voy rumbo a (8), donde me vuelvo a encontrar con mi amigo y su autito (fitito) amarillo (para andar por las “autopistas de la cultura”, pienso, recordando un sueño anterior en el que aparece este personaje).


Volviendo a casa, ya de día, me topo en (9) con una vecina del barrio que está abriendo su auto y me saluda con un “buen día” (sacudiendo las llaves en su mano).



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