Aquella época de mi vida —de mis 10 a
mis 12 años, en Tucumán— fue también una de soledad. Venía de Santa Fe, adonde habían
quedado todos mis amiguitos. Cursé 4to Grado en una escuela, y 5to
en otra, así que no llegué a hacerme de nuevos amigos en Tucumán. El frontón al que iba a practicar con
mi raquetita era un lugar alejado, solitario —un poco el reflejo, supongo, de
mi soledad interior, esa que me ha acompañado toda mi vida. El frontón de Amambay, en el Parque
Sarmiento, me reencontró con aquél frontón de mi niñez —y con aquella soledad. Un frontón de soledad Tenis,
raqueta y pelota, y el frontón
de mi niñez, están
conmigo, a mi lado, están
conmigo, otra vez. Tenis,
raqueta y pelota, y un frontón
de soledad, me vuelven a
aquellos tiempos, me vuelven a
aquella edad. Douglas
Wright
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