(Los que saben, dicen que ellas -las satisfacciones- deben venir a uno por su cuenta, de un modo espontáneo... Sólo se trata, entonces, de estar alerta.) El ilustrador parece haber tomado prestado el jardín del Jardinero Mágico para ilustrar esta palabra.
Reposo último, definitivo, final... (ésto suena un poco a “El largo adiós”, de Raymond Chandler -aunque esta temática él la exploró en “El sueño eterno”).
(“El adiós eterno”, sería una buena síntesis, siguiendo por este camino de irnos por las ramas...)
Por más agitada que haya sido nuestra vida, a todos nos espera lo mismo: el descanso del Repozo (tal como le ocurrió al propio Chandler, por seguir con lo mismo).
La única certeza que tenemos en esta vida (junto con el hecho de que lo único inmutable es lo mutable, como dice el I Ching -libro que no aparece citado en ninguna de las novelas de Chandler) es la de que al final del camino, largo o corto, recto o sinuoso... a todos nos espera el Repozo.
Yo no puedo acumular, en un banco, la alegría; no tengo caja de ahorro para la felicidad; y como lo que acumulo es aquello que me apresa, yo tengo lo que no tengo: ¡ése es mi capital!
Lo mío es lo que gasté, lo que no gasté, no es mío, y aquello que tengo es todo lo que ya no tengo más; ése es mi capital, capital de lo gastado, así es mi anti-economía: ¡capitalismo hacia atrás!