lunes, 31 de octubre de 2016

sábado, 29 de octubre de 2016

Blue Moon - III



Para esta tercera versión de Blue Moon,
un trio: Carlos Porta en la guitarra,
Douglas Wright en la voz,
y la luna en los silencios… 

“And then there suddenly appeared before me
the only one that I could ever hold…” 

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Canción: Blue Moon - III


Del anecdotario personal de Phil Martin - 8



Del anecdotario personal de Phil Martin

8. La luna llena invitada (Blue Moon)


“Blue Moon,
you saw me standing alone,
without a dream in my heart,
without a love of my own.”

(“Blue Moon”, de Richard Rodgers y Lorenz Hart)


Solos en la madrugada

Los músicos de combo estable de “La jaula de los leones” ya se habían retirado (algunos, a sus casas, otros, a cumplir con algún “gig” eventual en uno de los boliches de la trasnoche de L.A. —Las Anguilas).

Sólo quedaban Charlie Porter (el guitarrista y arreglador —arreglador porque si alguna canción no estaba bien, él la “arreglaba”), y Al Duggman (aquél susurrador de New Jersey —New Jersey porque siempre andaba luciendo algún suéter nuevo).


Puro humo

Charlie apagó su cigarrillo (él no fumaba, pero en “La jaula” era casi un un deber tener uno encendido a la hora de subir al escenario, por pura pinta, por puro clima —Casablanca, Sinatra and all that jazz) y, a punto de guardar su guitarra en el estuche, se puso a tirar unos acordes.

Al tomó el micrófono con la misma mano que sostenía su cigarrillo de pinta, se sentó  al lado de Charlie, y comenzó a susurrar una canción: “Blue Moon”. (Esa “Blue Moon” que había sido tan maltratada por los grupos “doo-wop” de la década del cincuenta sonaba distinta en los acordes de Charlie.)


Sin filtro

Phil (que sí fumaba —aquellos “Dromedar” sin filtro que le prmitían escupir las hebras de tabaco que se le adherían a la lengua cuando quería hacerse el duro, o quitárselas displicentemente con los dedos cuando no tenía nada inteligente o interesante que decir, lo que ocurría con frecuencia), él sí —decíamos — fumaba, y miraba la escena en silencio.


Pura música

A Phil le gustaba la música, mucho, y ya había tenido algunos “encuentros cercanos” con ella (en “El caso de los instrumentos robados al Museo del Jazz”, por ejemplo, o en aquél encuentro con Sinatra —sí, Frank— mientras canturreaba —sí, Phil— en la ducha en el episodio “Dancing in the bath” de su “Anecdotario personal”).


De buena gana cambiaría —a veces— su licencia de Investigador Privado por una trompeta, un saxo o un micrófono… Pero esa era otra historia. Esta tenía que ver con la luna.


¿Luna azul?

Habían prometido luna llena para esa noche, y la promesa se había cumplido. Era le segunda en ese mes calendario, y a esa la llamaban “luna azul”, “blue moon”.

Se metía, silenciosa, por una de las ventanas de “La jaula” (una sin rejas ni barrotes, por suerte), y generaba unos reflejos suaves —como unas lunas en miniatura— sobre la guitarra de Charlie y el micrófono de Al.

También —pensó Phil— parecía flotar en los acordes de la guitarra y en la melodía de la canción, generando —volvió a pensar Phil— unos silencios que parecían brillitos tenues.


Epílogo (un dúo de tres)

Phil apagó su “Dromedar” y pensó —aquello que sólo se piensa una vez que la cosa ya ocurrió, ya pasó, cuando “ya es tarde”— en un afiche que decía:

“Esta noche
La jaula de los leones presenta
al Trio de Charlie Porter,
con Charlie Porter en guitarra,
Al Duggman en voz
y, como artista invitada:
la luna llena.”


Douglas Wright




Del anecdotario personal de Phil Martin - 7




Del anecdotario personal de Phil Martin


7. Dancing in the bath


I’m dancing
and singing
in the rain.
La la la laaa
La la
la la la laaa
La la laaa.

(Gene Kelly, cantando bajo la lluvia,
en “Cantando bajo la lluvia”)


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Era un sábado por la tarde y, como todo sábado por la tarde, Phil tomaba su baño. Sin necesidad de revelar detalles íntimos tales como con qué frecuencia realizaba aquella actividad, sólo diremos que había permanecido apegado a ciertos hábitos de su adolescencia: adolecía de hábitos higiénicos.
Phil estaba desnudo, parado en la bañera, debajo del chorro de agua caliente de la ducha. Su mano izquierda aferraba un jabón grande y pesado, de forma cuadrada, que hacía las veces de micrófono. Como aquellos micrófonos que utilizaban los “crooners” de los años ’40 y ’50.
—“Embraaace meee, my sweet embraaacable yoouuu. Embraaace meee...”
Su voz retumbaba en el eco del baño. Las vibraciones de las “m” le cosquilleaban las sienes. Se sentía Gardel. Más precisamente: se sentía Sinatra, que para Phil era el Gardel del mundo.
—“Fly me to the moon, and let me play among the stars. Let me see what love is like on Jupiter and Mars...”
Sílabas cortitas, picadas, llenas de pequeños latigazos con la lengua. Una melodía brillante y alegre. La banda de Basie sonaba en su cabeza. Los dedos largos y oscuros de Fredie Green aplastaban las cuerdas contra el diapasón de la guitarra apoyada en su regazo, generando acordes que no tenían nombre, mientras su mano derecha las chasqueaba con una púa de carey, al unísono con el contrabajo. ¡Qué sección rítmica!
Las cerdas del cepillo para la espalda marcaban un ritmo de escobillas sobre sus muslos mojados. La melodía se hizo lenta e intimista.
—“I’ve got a crush on yoouuuu, sweetiiieeee piiieeee. All the day and nightime, hear meee siiigh...”
—Ese no es el modo correcto de hacerlo —interrumpió una voz al otro lado de la cortina de plástico—. Eso no está del todo bien— agregó.
Phil se quedó duro en medio de la bañera. En una mano: el micrófono-jabón, en la otra: el cepillo-escobilla. La boca abierta a punto de emitir la siguiente frase, “I never had the least notion”, que le tamborileaba en la cabeza al compás de las gotas de lluvia, y que nunca salió de su garganta.
Soltó el micrófono y aferró con fuerza el mango del cepillo como si fuera su raqueta de badmington. “Es un arma igual de poderosa que mi raqueta”, pensó; “ideal para cazar mariposas”, volvió a pensar; pero era lo único que tenía a mano. Descorrió de un tirón la cortina de plástico.
La corriente de aire que generó aquél movimiento brusco lo desdibujó parcialmente. Pero estaba allí, sentado en la tapa de madera del inodoro, un cigarrillo medio caído colgando del labio inferior, el sombrero displicentemente echado hacia atrás dejando ver las entradas en su frente amplia, y la corbata floja debajo del cuello abierto de una camisa blanca. Saco y pantalón, oscuros.
—Respiraste mal —dijo, mirándolo de reojo desde abajo.
“¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí? ¿Con qué derecho?...” Aquellas fueron las preguntas que Phil calló.
Sabía quién era, por supuesto. Tenía una idea de qué estaba haciendo allí. Y pensó que el hombre estaba en todo su derecho.
—La respiración fue siempre mi problema —dijo Phil en tono de disculpa.
—Además, no puedes cantarle al aire. Debes pensar en alguien y hacer de cuenta que está frente a ti, escuchándote con el corazón. Entonces tu cantarás con el corazón.
Phil pensó en Michelle Pfeiffer de rojo, en Gatúbela de negro, y en Glenda tal como solía recordarla, color piel, las tres sobre un piano negro, lustroso por los vapores del baño. Sabía en quién pensaba el hombre. En una mujer llamada Ava. Un pedazo de mujer.
—Cada palabra que pronuncias tiene un comienzo, un cuerpo ondulante y vibratorio que planea hasta el sonido de la letra final.
Phil sabía que aquél tipo era capaz de pronunciar hasta las letras mudas de una palabra. Incluso alguna brevísima “d” o “t” en el final de una larga frase de Cole Porter, de Irvin Berlin, o de los Gershwin.
—Todo debe sonar —continuó el hombre—, y cada sonido debe tener el mismo sentido que tiene la palabra. Debe ser su significado hecho música.
Phil no decía nada. La mano que aferraba la raqueta para rascarse la espalda (aquella escobilla de la banda de Basie) colgaba laxamente al costado de su cuerpo desnudo. Asentía a todo con leves movimientos de cabeza. Sentía todo lo que el hombre decía.
—No es lo mismo “Mooonnnn riiiveeeer”, que “That’s life” —la voz sonó suave, aterciopelada y ronroneante, la primera vez, y como un látigo cortante, la segunda. El estilo del tipo era relajado hasta en los momentos de máxima tensión.
Arrojó al lavabo el cigarrillo a medio fumar, que se apagó con un casi imperceptible “tsh”. Señaló el jabón que estaba tirado en el piso de la bañera y, con un gesto, le indicó a Phil que lo levantara. Entonces dijo:
—Probemos una a dúo.
Más de un cantante consagrado hubiera dado cualquier cosa por cantar con aquél hombre. Unos pocos lo habían conseguido en “Duets”. Ahora le tocaba a él.
—From the top —dijo el tipo—, da capo—. Hizo chasquear cuatro veces, rítmicamente, los dedos de su mano derecha (aquél sonido se podía escuchar en muchas de sus grabaciones en vivo), y los dos comenzaron al mismo tiempo. Phil no necesitó que el hombre le dijera cual sería la canción. Por algún motivo, lo sabía.
—“All of me. Why not take all of me. Can’t you seee, I’m no gooood without yooouuuu…”
Mientras cantaban un dúo perfecto, que sonaba como si ambos fuesen una sola persona, el tipo se levantó, cruzó lentamente la bruma del baño.
—“I want to loooose theeeem…”
Se metió dentro de la bañera.
—“Take my aaarms…”
Y se fundió con Phil.
—“I’ll never uuuse theeem…”
Phil quedó solo, cantando en medio del vapor, con el micrófono de jabón en una mano, y el cepillo, como una raqueta de badmington, en la otra, haciendo sonar escobillas sobre su muslo mojado.
Aquella tarde, y por una sola vez, Phil Martin fue Frank Sinatra.



Douglas Wright


martes, 25 de octubre de 2016

Blowing in the Wind – I


Blowing in the Wind – I

El lugar: el living de la casa de Carlitos Bacigaluppi
—a dos casas de la mía—, en Banfield.

La época: a mediados de la década del sesenta
—plena época de los Beatles, para nosotros.

Los personajes: Carlitos, Willie Heinz y yo.

La canción: “Blowing in the Wind”, de Bob Dylan.

Tratábamos de hacer nuestra versión —de encontrarle
dos o tres voces, de armonizarla.

(Con esta canción hice uno de los más emocionantes
—y más hermosos— descubrimientos musicales:
¡que la segunda y la tercera voz no “corren paralelas”
a la primera! ¡Guau!)

Willie y Carlos tocaban sus guitarras, y yo hacía el bajo
con las bordonas de mi guitarra criolla.

La tocábamos en Do Mayor, con los mismos acordes
(“tonos”) que conocíamos de “La Bamba” —el FaM,
con la cejilla que nos costaba tanto, y el SolM que,
después del Fa, no parecía tan difícil—, más un “exótico”
La menor que andaba por ahí.

Fue una de las primeras canciones que aprendí
—más allá de “Se ha muerto el indio poeta”, que me
enseñaba la profesora de guitarra del barrio—;
de esas canciones que me interesaban.

Final feliz: finalmente logramos nuestra versión de
Blowing in the Wind y de muchas otras más, y armamos
nuestra propia banda —aunque en esa época se le decía
“conjunto”—: “The Smashers”. (Nos gustaba “The Beatles”,
pero ese nombre ya estaba tomado.)



En la foto, Willie, Carlos y yo, con The Smashers, tocando
en una fiesta del colegio (Willie y Carlos —a la derecha—,
con sus guitarras, y yo —a la izquierda—, con un bajo
que me había construído yo mismo).

Para Willie Heinz, para Carlos Bacigaluppi —y para mí—,
va esta versión casera de Blowing in the Wind
(con sonido a grabador Geloso de cinta abierta).

Douglas Wright

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Canción: Blowing in the Wind - I


miércoles, 19 de octubre de 2016

Un año más de mi vida


Un año más de mi vida 

Se lleva, mi cumpleaños,
un año más de mi vida,
pero ahí nomás, pegadito,
otro año llega enseguida.

El Viejo Now



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“I am sexteen going on seventeen…”,
decía la canción de The Sound of Music.

Yo voy de los 66 a los 67.

Parecido.

(Y no queremos caer en eso de “cincuenta años no es nada”…)

martes, 18 de octubre de 2016

Blue Moon - I y II




La luna es una habitué de este blog.

Aquí va la más ingenua de todas: Blue Moon.

Escrita por Richard Rodgers y Lorenz Hart en 1934.

Arreglos: Carlos Porta
Voz: Douglas Wright

(Grabada durante un ensayo del combo estable
de “La jaula de los leones”.)


“Blue Moon,
you saw me standing alone,
without a dream in my heart,
without a love of my own…”

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Canción: Blue Moon - I


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Y aquí, una nueva versión, esta vez con la guitarra
de Carlos Porta.

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Canción: Blue Moon – II 


lunes, 17 de octubre de 2016

martes, 11 de octubre de 2016

Solo, en medio de la noche


Solo, en medio de la noche

Solo, en medio de la noche,
este pajarito canta,
y la luna, que lo escucha,
se va volviendo más blanca.

Douglas Wright




El piar de un pajarito


El piar de un pajarito

No sé cómo sonará
el piar de un pajarito
a los oídos de otro;
¿como un canto —musical—,
como un susurro o un grito?

Douglas Wright



lunes, 10 de octubre de 2016

domingo, 9 de octubre de 2016

Un pajarito que canta


Un pajarito que canta

Un pajarito que canta
y no hay nadie a la redonda,
nadie que escuche el cantar,
en soledad, de esta alondra.

Douglas Wright